sábado, 17 de marzo de 2012

Sentada en el banco de un parque cualquiera, en mitad de una noche helada, echo de menos tus abrazos. Esos abrazos que me evaden del mundo y me hacen sentir segura. Comprendida, querida. Cuando desaparecen de repente todas las dudas y mi corazón solo late por ti. Mi respiración sigue la tuya. Y mis ojos no ven otro paisaje que el color de los tuyos.

Sí, los vuelvo a echar de menos diez minutos después. Pero solamente puede hacer eso, extrañarte. Porque desapareciste de repente, al igual que llegaste. De la nada a la nada. Con el único cambio que, ahora, en mi mente, el único  pensamiento que existe eres tú. 

Te vuelvo a echar de menos. Es como un bucle en el que cada cinco minutos necesito tu mano agarrada a la mía. O tu sonrisa enmarcada en mis ojos. Un bucle del que necesitaré salir si decidiste marcharte para siempre...

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